Fuente: KUKA Group
(Fabricante de robots para Skoda (foto) o Tesla)
Aviso de Spoiler: Este artículo incluye en sus conclusiones la
necesidad de “una renta mínima vital”…si eso te parece “irracional” o “ilógico”
es mejor que no sigas leyendo ;-)
En la situación actual creo que
podemos coincidir todos en que va a ser necesario relocalizar (permitirme usar
este término aun no estando reconocido por la RAE) ciertas actividades y
procesos productivos, ya que la pandemia ha dejado claro que hay ciertos
productos que no pueden dejarse al comercio internacional, sino que, por
seguridad, deben producirse en el país o en un entorno cercano que siga
funcionando en momentos de crisis [y puede que la UE no pueda considerarse como
tal].
Las actividades o productos a
relocalizar quedan abiertos a una amplía discusión que no pretende ser el
objeto de este texto, sino enfrentarnos a la realidad de que sean cuales sean
los productos y su cantidad, esto va a generar cambios en nuestra economía (a
sumar a los daños directamente generados por la cuarentena sanitaria obligatoria
para evitar una tragedia de proporciones dantescas).
Volvamos un momento a nuestras
clases de Economía en la Universidad o similar y recordemos el concepto de Frontera de Posibilidad de Producción,
que por simplicidad, se limita siempre a 2 productos.
Fuente: Wikipedia
(usuario Everlong)
Esta capacidad de producción de
un país está limitada por sus recursos, tecnología y productividad.
El comercio internacional expande
la capacidad de consumo de una sociedad, ya que le permite obtener bienes producidos
de una manera más eficiente (o más barata) en otro país y que sería imposible
con las condiciones dadas en la sociedad de destino de los productos.
Por tanto, si de pronto decidimos
que ciertos productos, por motivos estratégicos, deben producirse aquí, esto
implicará, inmediatamente, una reducción de la capacidad de consumo de dicha
sociedad, ya que deberá de pagar más por esos productos, un precio “no
eficiente” por ellos, más caro que comprados en el exterior.
Una vez establecido que como
sociedad estamos de acuerdo con esto, para sobrevivir cuando las cosas vengan
mal dadas, habrá que decidir cuáles son las estrategias para conseguir que la
reducción en dicha capacidad de consumo sea la menor posible, o lo que es lo
mismo, como producimos estos productos de la manera más barata posible.
Existen, en principio, dos
estrategias básicas para enfrentarnos a esto:
·
Reducción de los costes de producción,
especialmente del factor trabajo (Empobrecimiento general de la población): Se
trataría generalmente de la forma en que en la crisis del 2008 se decidió
mejorar la competitividad española en los mercados internacionales, a través de
una devaluación interna pero en un momento en el que no disponíamos de moneda
para devaluar. Sus consecuencias ya se vieron.
·
Incremento de la productividad y de la
eficiencia de la economía: Mediante la digitalización y la automatización de
procesos
La automatización y
digitalización es un proceso que no solo no se verá detenido por esta crisis,
sino que se reforzará y acelerará.
Ahora mismo, ¿nos parecería mal
que nos atendiera un robot en un restaurante si estuvieran abiertos?. El
elemento esencial de esta crisis es que el contacto humano, ahora mismo, es
peligroso, por lo que parte de la preparación de muchas empresas para evitar un
nuevo problema similar puede pasar por la automatización y la reducción de las
interacciones humanas para proveer un servicio. Que mejor ejemplo que la compra
online.
Esta crisis no va a destruir las
interacciones humanas en las compras o similar, pero va a hacer que las repensemos,
y es un proceso que ya había comenzado, por ejemplo, cuando hacías un pedido en
un restaurante de comida rápida.
No soy ningún visionario, los
cambios ya están aquí:
En esta noticia, cuatro super robots analizan
10000 test diarios, no creo que los vayan a destruir después de la pandemia, ¿Cuántos
puestos de trabajo destruirán? ¿Cuál será el incremento en la productividad?
En este artículo de opinión, se
habla de que hasta 50 M de empleos se pueden perder en lo que en esta crisis
estamos denominando, “empleos esenciales”, es decir, aquellos que no se pueden
llevar a cabo en remoto, hay que estar allí.
Esta crisis ha dejado todavía más
patente una dualidad en el mercado de trabajo, no la clásica entre trabajadores
de cuello blanco y de cuello azul, sino la que existe entre quienes tienen que estar físicamente
allí y los que pueden llevar a cabo su trabajo en remoto.
Pero, si para tirar una bomba en
Afganistán, ya no hace falta estar pilotando el dron en persona, quizás tampoco
sea necesario que haya de haber una persona cobrándote los artículos que
compras en el supermercado (ver Amazon Go).
No creo que se vayan a destruir
todos esos empleos, pero empezará a considerarse no sólo desde el punto de
vista de la rentabilidad, que también, sino desde el punto de vista de la
resiliencia ante una nueva situación como está.
Las mejoras obtenibles de la
automatización y digitalización de procesos (por ejemplo el que no sea
necesario tener contratada a una persona que dedica el 85% de su jornada
laboral a escanear facturas recibidas en papel para “digitalizarlas”) podrían
permitir amortiguar el efecto que la relocalización generará en nuestra capacidad
de consumo como sociedad.
Es difícil evaluar las gananciasde productividad generales asociadas a este cambio, pero en un caso realrecogido aquí, [Rebista Forbes, poco sospechosa]
, se habla de incrementos de productividad por encima del 30%.
Sin embargo, estas mejoras en
productividad llevarán aparejadas, indiscutiblemente, la destrucción de miles
de empleos, de personas que tendrán dificultades para reciclarse en el nuevo
entorno, ¿sería una parte del 30% de mejora comentado suficiente para crear
para ellos una red de seguridad?, yo creo que sí, y permitiendo que el capital
necesario para la inversión sea remunerado suficientemente y más en un entorno
de tipos como el actual.
Podríamos dejar a esas personas abandonadas,
pero esto conllevaría situaciones similares a las de la “crisis de un
generación” de hace 10 años, con su correspondiente shock de demanda e
inseguridad.
Sin embargo, si se instaura una “renta
mínima vital” o como queramos denominarla, cumpliremos un deber ético y moral,
a la vez que compraremos “paz social” que disfrutaremos cada vez que salgamos a
la calle.